• La urbanización trae consigo un impacto directo en los suelos, se debe transitar de un modelo que sella y contamina, a uno que conserve la infiltración del agua, el soporte de las plantas y el hábitat de organismos.
El proceso de metropolización ha traído consigo expresiones concretas en las ciudades y sus suelos, tales como desertificación de suelos, pérdida de permeabilidad e inundaciones constantes, afirmó la Dra. Silke Cram Heydrich, del Instituto de Geografía de la UNAM.
Durante el Coloquio Agua para una Ciudad Sostenible que organiza el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC) de la UNAM, y que se realizó en línea el pasado 12 de junio, la investigadora reflexionó sobre los suelos urbanos y su impacto en una metrópolis como la del Valle de México.
El principal compromiso ante el crecimiento urbano es transitar de un modelo que sella y contamina las funciones ecológicas de los suelos urbanos a un modelo que conserva la infiltración de agua, el soporte de las plantas y el hábitat de organismos.
Bajo estas premisas, la Dra. Silke Cram destacó la importancia de mirar bajo una perspectiva interdisciplinaria al fenómeno urbano, donde la extracción del agua y la manipulación de su ciclo natural han afectado los entornos más cercanos, pero también hacia aquellas áreas que nos abastecen de agua, como ha sido el caso del Valle del Mezquital.
La transformación de los suelos como base de la vida terrestre arroja un sinfín de preguntas en un contexto hacia lo urbano sobre lo rural. De ahí que las reflexiones desde la academia y los espacios de divulgación hagan hincapié sobre su papel en la vida diaria: base de nuestra infraestructura, suministrador de alimentos y nutrientes, purificador del agua o regulador del clima.
Por ejemplo, en la Ciudad de México y su zona metropolitana la profundidad de los pozos acuíferos versa entre los 200 y los 3200 metros de profundidad, afectando de manera importante tanto a las fuentes de abastecimiento como a la calidad de los suelos.
La doctora Cram puntualizó que alcaldías que presentan altos índices de densidad y urbanización como Benito Juárez, Cuauhtémoc, Iztapalapa, Iztacalco y Venustiano Carranza, experimentan áreas selladas superiores al 89 por ciento, lo cual se traduce en suelos con muy baja, o casi nula, permeabilidad. Además, estas mismas demarcaciones cuentan con un reducido número de áreas verdes por habitantes, haciendo aún más compleja la tarea de amortiguar los impactos de las áreas selladas y el curso natural del ciclo del agua, donde el suelo juega un papel esencial al ser regulador de dicho ciclo.
¿Es posible conciliar una relación sustentable entre la urbanización y los suelos urbanos? Al respecto, se detallaron algunas prácticas para el manejo que se encuentran descritas en diversos documentos oficiales. Entre ellas la construcción de mecanismos que evalúen la calidad del suelo de las áreas verdes para aplicar prácticas de rehabilitación de acuerdo a la problemática; asegurar el número de metros cuadrados de áreas verdes recomendada por habitante; realizar y actualizar levantamiento de suelos urbanos con el fin de mejorar las características de los suelos de acuerdo a las funciones que se quieren favorecer; así como la inclusión de tecnosoles, tecnologías que mejoran las funciones impactadas, como alternativa de amortiguamiento.
Finalmente, la especialista destacó la importancia de los mecanismos y compromisos internacionales para la conservación de suelos y territorios presentados en la Agenda 2030, así como la relevancia del cuidado de los suelos para el balance dentro de los sistemas ambientales.