• Enfrentamos una crisis sobre crisis en el continente en el tema migratorio y con la pandemia es posible haya retrocesos.
Antes de la pandemia, América Latina vivía ya una crisis migratoria y un incremento de movilidad intrarregional. Con la emergencia sanitaria y la restricción de la movilidad, se agudizó la vulnerabilidad y precariedad de la población migrante, aseveró el Dr. Fernando Lozano Ascencio, director del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), de la UNAM.
Durante su conferencia “Migración, ciudad y pandemia” del ciclo La Ciudad y la Pandemia organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC), precisó que en las últimas décadas México dejó de ser predominantemente exportador de mano de obra, principalmente a Estados Unidos, y se convirtió en un país de tránsito y destino de las personas que por diversas circunstancias tienen que asentarse en el país.
El circuito migratorio más importante a nivel mundial, México-Estados Unidos, desde antes de la pandemia experimentaba una política migratoria muy agresiva hacia nuestro país; con cero tolerancia, criminalización, xenofobia y deportaciones masivas.
El año pasado en nuestro país, hubo un cambio radical al militarizar el control migratorio cuando se utilizó la Guardia Nacional en junio de 2019 contra las caravanas de migrantes sobre todo de centroamericanos.
Por ello, el doctor en sociología recalcó se debe replantear la política migratoria mexicana y promover una política de inclusión de este sector de la población. Igualmente, abandonar el discurso utilitarista de las remesas.
Antes de la crisis sanitaria, en América Latina había una transición de los países que tradicionalmente habían sido emisores de mano de obra a naciones receptoras. Un hito en la historia reciente de la región es la migración venezolana a partir de su crisis económico-política que expulsó a 5 millones de personas en contexto de crisis y que, esencialmente, fueron a destinos urbanos.
La contingencia por el coronavirus ha traído en general una restricción a la movilidad en Latinoamérica, solo México, Venezuela, Uruguay y Paraguay no han cerrado sus fronteras. Con la disminución de los cruces legales y la limitación de la movilidad, la población migrante es más vulnerable y el tránsito más riesgoso.
Para evitar lo más posible la migración, principalmente de mexicanos, la política estadounidense incrementó las expulsiones exprés; de acuerdo con algunos estudios un migrante puede ser aprehendido y deportado hasta en 96 horas.
Ante la suspensión de procedimientos migratorios, también se agudiza la vulnerabilidad y precariedad de este sector de la población. Los migrantes, sin derecho al trabajo, vivienda, salud, muchos en situación de calle y víctimas de violencia institucional, retornan a sus países.
El experto en el tema puntualizó que las remesas en contextos de crisis tienen un efecto anticíclico en los países de origen de los migrantes. Se ha visto que, cuando hay caídas económicas importantes, las remesas amortiguan el golpe económico.
Mientras en América Latina se advierte una caída del flujo de remesas, en México aumentaron, y se prevé podrían llegar a 40 mil millones de dólares a finales de 2020. El pronóstico para este año era un derrumbe que iba del 7 al 12 por ciento, incluso hasta del 20 por ciento, sin embargo, contrario a las predicciones, en marzo hubo un crecimiento inusual, con una caída en abril y una recuperación entre mayo y julio.
Después de la pandemia se espera aumente la migración por el incremento de la pobreza, sobre todo en los países que han sido golpeados drásticamente por la crisis económica derivada de la COVID-19 y que ya tenían ya un contexto complicado, tales como Venezuela, Haití y Nicaragua.
Es posible que en el escenario pospandemia se vean muchos retrocesos en el tema migratorio, pero la necesidad de movilidad de las personas no debe verse como un delito y se les deben respetar sus derechos humanos.